Historias y relatos de un turista que nunca ha estado en Barcelona (2)

No hay que caminar mucho desde la Plaza de San Jaime para llegar a mi siguiente destino, es más al parecer la plaza es un trozo hurtado del Barrio Judío, no sólo en Madrid hubo Pepes Plazuelas enemigos de lo añejo y de laberínticas callejuelas que dan a los barrios ese sabor tan peculiar y sobre todo sombra en verano y protección contra el frío y la tramontana en invierno.

Para alguien que no ha estado nunca en el Barrio judío, mi primera intención fue irme al street view y echarle un vistazo, pero por razones personales miré primero la calle del amigo Andrés, era cuestión de prioridades, que se le va a hacer, no es un destino turístico, pero si más emotivo.  En el Call, que es como se denomina a esta judería, me compadezco del conductor de Google, no tuvo que ser nada fácil introducir su vehículo por estas angosturas, incluso en el Carrer de Banys Nous fue incapaz de adelantar a un paseante en bicicleta.

Entro en el Carrer del Call y miro a mi alrededor, nada nuevo creo, me recuerda mucho a Lavapiés, a un Lavapiés perdido para la progresía, invadido por nuevas gentes que han hecho perder el añejo sabor del barrio. Espero que esto no haya ocurrido aquí, hay sitio para todos, y creo que barrios que tienen que oler a puchero cocinándose y el incienso siempre está fuera de lugar.

Como todas las juderías, las calles luchan por ser angostas, lo consiguen hasta que llega la modernidad y abre plazas y avenidas en ellas ¿Añoranza de los  que ya no están? Fueron expulsados, se llevaron las llaves y después de quinientos años añorando a Sefarad, ahora se dedican a expulsar a otros, las escrituras nos enseñan que los filisteos siempre pierden, cosas de los tiempos.

 Al pasar por las calles no puedo dejar de preguntarme si existirán leyendas sobre amores imposibles, bellas judías requebradas por apuestos varones cristianos, sabiendo unas y otros que cualquier acercamiento entre ellos estarían abocados al fracaso, amoríos insatisfechos que en recoletos rincones de las callejuelas serían capaces de susurrar palabras enamoradas, todo roto en el año de 1492, nunca los reyes acertaron en este país con sus decisiones.

Silencio, Se oyen infinitos susurros, los más claros en catalán, pero si escuchas bien puedes captar otros  menos inteligibles, nos hablan en hebreo y otros en Latín, incluso si te esfuerzas podrás escuchar palabras en ibero, estamos en Barcino, no hablaré de la cebolla, mejor poner un símil más dulce, estamos sobre un pastel con múltiples capas de nata y bizcocho, las flores de los arriates de estas calles han sido abonados por los huesos de múltiples generaciones  de barceloneses, quizás por eso en primavera brotan con más fuerza.

Escrito por; José Antonio ( "El Cofre del Chirri" ).
Fotos, APU