La honestidad y la confianza entre los seres humanos es un principio fundamental que permite la convivencia.
Todos necesitamos confiar en alguien, desde nuestro nacimiento estamos desvalidos, dependemos de los cuidados y protección de unas manos en las que aprendemos a confiar.
Hay Algunas personas que no confía en los otros por temor a sufrir dolorosas desilusiones.
Nuestra sociedad sufre un fenómeno de falta de confianza.
Confianza perdida en la memoria de los ancianos, recuerdos de un pasado que parece lejano; del siglo pasado.
Antigüamente, era una costumbre dejar las puertas de las casas abiertas sobre todo en pueblos pequeños donde todos se conocían y nada había que temer del que entre.
Cuando mis padres se trasladaron de su casita de planta baja a un piso, recuerdo que los vecinos seguían la costumbre de no echar el cerrojo y la mantuvieron durante un tiempo.
En la actualidad, quedan muy pocos pueblos donde existan las puertas solo como elemento para aislarse del frio y la noche. Ahora, casi todo el mundo se cierra a cal y canto, el exterior de nuestros hogares es un territorio hostil un mundo inexplorado de completos desconocidos, personas que van y vienen sin detenerse.
Poblaciones atestadas de personas donde la mayoría desconoce el nombre de sus vecinos. Caras sin nombre que viven a centímetros de nuestro hogar, separadas por un ladrillo menor que la palma de nuestra mano.
Sería bueno volver a educar para recuperar la cultura de la confianza pero no es muy fácil cuando escuchas que una persona se va unos días de su vivienda y cuando vuelve tiene nuevos inquilinos. Sorprenden las informaciones que nos llegan por los distintos medios de comunicación, cuando la ley les ampara con más derechos que al legítimo dueño del inmueble.
Es el mundo de los despropósitos donde el honrado debe demostrar su honradez. Y el malhechor exige el cumplimiento de la ley.
Paseando por mi barrio me llamo la atención esta silla cautiva. Con los tiempos que corren, el dueño debe pensar; “más vale prevenir…”.
“La confianza perdida es difícil de recuperar, porque la confianza no crece como las uñas”. (Johannes Brahms).
Hay Algunas personas que no confía en los otros por temor a sufrir dolorosas desilusiones.
Nuestra sociedad sufre un fenómeno de falta de confianza.
Confianza perdida en la memoria de los ancianos, recuerdos de un pasado que parece lejano; del siglo pasado.
Antigüamente, era una costumbre dejar las puertas de las casas abiertas sobre todo en pueblos pequeños donde todos se conocían y nada había que temer del que entre.
Cuando mis padres se trasladaron de su casita de planta baja a un piso, recuerdo que los vecinos seguían la costumbre de no echar el cerrojo y la mantuvieron durante un tiempo.
En la actualidad, quedan muy pocos pueblos donde existan las puertas solo como elemento para aislarse del frio y la noche. Ahora, casi todo el mundo se cierra a cal y canto, el exterior de nuestros hogares es un territorio hostil un mundo inexplorado de completos desconocidos, personas que van y vienen sin detenerse.
Poblaciones atestadas de personas donde la mayoría desconoce el nombre de sus vecinos. Caras sin nombre que viven a centímetros de nuestro hogar, separadas por un ladrillo menor que la palma de nuestra mano.
Sería bueno volver a educar para recuperar la cultura de la confianza pero no es muy fácil cuando escuchas que una persona se va unos días de su vivienda y cuando vuelve tiene nuevos inquilinos. Sorprenden las informaciones que nos llegan por los distintos medios de comunicación, cuando la ley les ampara con más derechos que al legítimo dueño del inmueble.
Es el mundo de los despropósitos donde el honrado debe demostrar su honradez. Y el malhechor exige el cumplimiento de la ley.
Paseando por mi barrio me llamo la atención esta silla cautiva. Con los tiempos que corren, el dueño debe pensar; “más vale prevenir…”.
“La confianza perdida es difícil de recuperar, porque la confianza no crece como las uñas”. (Johannes Brahms).
13 comentarios:
Cuanta razon en tus letras.
Hoy por hoy la confianza se perdió
como mucho miramos de refilón, analizamos y el resultado es desconfianza y tapar con las manos
la cartera,el bolso...
Pero pienso que lo peor es perder la confianza de uno mismo, es lamentable pero en estos tiempos la desconfianza esta ganadonos el terreno.
Saludos El Candil
Lo que cuentas que vas de vacaciones y cuando regresas en tu casa viven nuevos inquilinos y encima no puedes hacer nada de nada es muy fuerte...pero esa es la ley que nos ampara! mejor sera que cierre la boca.
Realmente no nos podemos fiar de nadie.
Muy buena entrada.
Besos
Has acertado en muchas cosas:yo he vivido hasta"hace poco" sin "echar la llave",pero lo has bordado con "Es el mundo de los despropósitos donde el honrado debe demostrar su honradez. Y el malhechor exige el cumplimiento de la ley".Esperano no te moleste,lo pongo en Facebook.Gracias por compartir tus sensaciones.
Hola El Candil.
En parte es este ritmo de vida que muchas veces nos quita tiempo para relacionarnos. La desconfianza también viene en parte en sentirse seguro y hoy desgraciadamente en muchas partes hay que ir con cuatro ojos más sabiendo que la ley no actúa con la misma contundencia con la que se emplean los delincuentes.
Un abrazo.
Hola Esther i Toni.
Para nada me molesta, al contrarío los blogs están creados para su difusión y a cuanta más grente lleguen nuestras opiniones mejor.
Muchas Gracias por comentarlo.
Un abrazo.
Confiar en las personas esta cada día mas cuesta arriba.
Un Saludo...Ladrón de Palabras
Hola L.P.
La confianza se esta convirtiendo en un bien escaso. Yo suelo caer en el desengaño porque soy confiado de nacimiento (que no es lo mismo que ser precavido)
un abrazo.
Es triste, que se halla perdido las costumbres de ayer, llevo unos 11 años viviendo en un mismo edificio y no conozco ni el nombre de los vecinos de arriba.
¿Dónde quedó, la comunicación??
Un besito
Recuerdo cuando tenía 7 años, y pasar las vacaciones enteras en el pueblo de mi abuela, estar todo el día entrando y saliendo de la casa, para ir a jugar, y nunca, repito, nunca nadie entró a robar. Esa es una cosa que se ha ido perdiendo, salvo en algunos sitios y en contadas excepciones...
Muy ilustrativa la fotografía de la silla
Saludos¡¡
Hola Darilea.
En mi comunidad sucede lo mismos, llegan nuevos inquilinos y ni siquiera te enteras a no ser que veas traslado de muebles. Como ahora nadie tiene la costumbre de presentarse a los vecinos te enteras de sus nombres por el buzon o la carta del administrador.
Un beso.
Hola Javier.
En el pueblo de mi familia pasaba lo mismo, las puertas estaban siempre abiertas. En aquellos tiempos en el pueblo no se oia nada que hiciera temer para hacer lo contrario, todos los amigos vecinos y conocidos eran como de la familia y entraban y salian libremente.
un abrazo.
vamos que se van a llevar la silla jajajaja
saludos y un abrazo!
Hola Hiperión.
Hoy he vuelto a pasar por el mismo lugar y... ¡Ahí sigue la silla! Je,je,je.
Un abrazo.
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