Justo detrás de la iglesia de Sant Miquel y muy cerca del mercado, una figura colgada de la pared observa desde la fachada el ir y venir de la gente. Ningún cartel informa de quién es el singular personaje ni qué hace allí.
En la esquina hay un establecimiento, "una trobada per un bon cafè", en ese justo instante una mujer está a punto de echar el cierre de la cafeteria y entablamos una conversación;
"es el Negro de la Riba", contesta, y me muestra una fotocopia de papel enganchada en la cristalera de la puerta. “Un día lo colgaron allí... sin poner un triste cartel, nada para dar a conocer a la gente de su larga historia. Se trata de una copia; el
original está en el Museo Marítimo de Barcelona."
La
figura representa un indio iroqués y procede del mascarón de proa de un buque
español
de los siglos XVII o XVIII. En su tiempo se convirtió en una especie de hombre del
saco para asustar a los niños traviesos.«¡Cuidado con lo que haces o se te llevará el Negre de la Riba!» (Vejas d'ésser bon minyó si no vols que se t'emporti lo negre de la Riba, les decían). La copia es lo suficientemente tétrica para asustar a cualquiera que lo observe con detalle en la penumbra. El dramaturgo Pitarra le mencionó en su parodia de La Africana cuando quiso señalar la fealdad de uno de los personajes: sembla'l negre de la Riba, tret de la proa d'un barco, escribió.
Por cierto, el Negro no es negro. Es un indio americano, un iroqués,se le reconoce por el peinado en cresta, las botas de piel de reno y el carcaj cruzado a la espalda. Otros elementos de la indumentaria denotan sin embargo cierta contaminación de la moda occidental: el blusón ancho, propio de los colonos, el cinturón de hebilla y la pequeña hacha al cinto.
La figura procede del desguace de un bergantín que al parecer ardió en el puerto a mediados del siglo XIX, cuando se desguazó el barco una parte de los restos del buque fue comprada en el puerto de Barcelona por el botero Francesc Bonjoch. Además de su industria de confección de botas de agua dulce para la navegación, Bonjoch regentaba una de las entonces vilipendeadas pudes (taberna de marineros) del muelle de la Riba, hoy muelle de la Barceloneta. A su puerta, colocó como reclamo la estatua que había rescatado de entre las maderas y que, tomada por la de un nativo guineano, en seguida fue llamada el negro de la Riba.
Junto al negro de la Riba, se encontraba en el muelle una estatua de piedra levantada al dios Neptuno.
A raíz de la reforma del muelle, las pudes (tabernas de marineros) desaparecieron y el negro de la Riba pasó a adornar un almacén de vinos, también de la familia Bonjoch, próximo al Torín, la plaza de toros de la Barceloneta y la primera estable que hubo en la ciudad. Un gran y solemne paseo arbolado conducía desde el muelle hasta el cementerio que hoy se llama cementerio Este, en Poble Nou.
Tras abandonar aquel almacén de vinos, la pieza recaló en el portal de otra botería de la familia instalada en dicho paseo. Poco después, fue a parar a un nuevo taller de los Bonjoch dedicado a lo mismo, en el barrio de Sant Martí (también conocido entonces como ciutat d'en Nyoca).
Y, en su camino migratorio, apareció en una tonelería de Castillejos, 8 (molt prop dels Docks, apostillan las crónicas de la época), propiedad de Francesc Bonjoch, el último descendiente del botero que lo descubrió. A raíz de la muerte de este descendiente en 1887, el semanario humorístico L'Esquella de la Torratxa publicó un artículo sobre el célebre negro: Tots saben de quí parlo. Tots los que'm llegeixen i tingan mès de quinze anys lo coneixen de vis-ta..., anota Joan Molas y Casas. En efecto, la gente no había olvidado la estatuilla, a pesar de los traslados.
Entrado el siglo XX, el negro de la Riba regresó al paseo del Cementerio, donde, sus nuevos propietarios, la familia Payrols (o Pallarols), lo pusieron en una hornacina. Luego lo compró el dueño de un taller de maquinaria, Josep Moragas, para adornar su torre del Carmel, próxima a la fuente de Fargas. Hay una foto de la fachada, con la estatua ya apostada, en la que puede leerse el letrero que reza: "Éste es el verdadero y famoso negro de la Riba". Los barceloneses que iban a merendar a aquella parte de la montaña mantuvieron viva la tradición de visitar a la figura. En 1920, el propietario la trasladó a su taller del pasaje de Cabrinetty, 13, actual pasaje del General Bassols, de nuevo en las inmediaciones del cementerio Este.
Los herederos de Moragas, sus sobrinos, los hermanos Pla, quienes legaron la figura al Institut Nàutic de la Mediterrània el 1934 y en 1936 pasó al Museu Marítim. «Tiene el número de inventario 874, así que es una de las piezas que más tiempo llevan en el Marítim». Muchos años después, los restauradores del museo descubrieron que el negro era un indio americano y se convirtió en un indio policromado y, como tal, está exhibido junto a otros mascarones en una de las salas.
En el 2003, con motivo del 250º aniversario de la Barceloneta, David García Llorca y Óscar Pérez, en su taller de Constructors de Fantasies (Pescadors, 48) devolvieron al barrio la figura tal y como se dio a conocer en aquella puda (taberna de pescadore). El Negre volvió a ser el falso negro que fue y se instaló en la calle de Andrea Dòria.
La Varguardia. Edición del miércoles, 23 agosto 1933.
—¿Es cierto que usted se interesa por el Negro de la Riba?—me
preguntaron inopinadamente
por teléfono.
—En verdad desearía encontrarlo—contesté.
—Cuando quiera lo podrá ver, pues lo tenemos en nuestro local del Pasaje
de
Cabrinetty, número 13.
A los tres días me trasladaba a dicho pasaje,
cercano al Cementerio Viejo, y en un estrecho patio del taller de los
señores Plá, recibiendo como siempre las inclemencias del tiempo, vi al
Negro de la Riba, «personaje» célebre a mediados del siglo XIX.
16 comentarios:
Siempre le he visto allí y jamás me pregunté quien era, o lo que hacía...gracias...salut
Ostras pedrin....esto si que es un buen artículo de investigación...La verdad que lo he ignorado todo sobre el mismo , aunque si sabía que era un mascaron de proa, pero a pesar de vivir en la Barceloneta concretamente en la calle Sevilla...nunca nadie oí amenazar a nadie con lo del negre..¿seré sordo?
Un abrasso
Buen trabajo y curioso el que fuera un indio iroques, que cruzó el gran charco, para terminar colgado en donde dices, y custodiado en un museo.
Me ha recordado por un momento a la novela de James Fenimore, y su último Mohicano. Esta tal vez sea el último de una razza en nuestro país...
Salud ¡¡¡
Me dejas una vez más con la boca abierta, no hay detalle que se te escape de esta Barcelona que tanto nos gusta, me ha gustado mucho conocer la historia, es muy curiosa.
Abrazos
Qué curioso, menos mal que era indio, si fuera en Bañolas lo habrían disecado
Un abrazo
El detalle hecho arte!!!Menudo trabajillo de investigación!Aver si te oyen los de photobloggers jajajaSaludos
Tiene actitud de ir contra el viento y avanzar desafiante al mar.
Yo lo vi, no investigué y se me olvidó...tu tienes madera de Sherlock!
No se te escapa una! Un beso!
Hola a tod@s.
Gracias por venir y comentar.
Un abrazo
había leído sobre esta historia, pero si te soy sincero, aún tengo pendiente ir a verlo.
Muy currado, el post!
Hola Xavi.
Pues nada un día de estos entre Hermes y Hermes te pasas je,je,je.
Un abrazo
Buenas APU,
Soy David García Llorca de Constuctors de Fantasies,
El post me encantaria si no fuese porque mi nombre está mal escrito. :(
Pd; Si fueras tan amable de ... el post sería de PM. ;)
AH! y el taller és en el número 48 de la calle de los Pescadores!
Gràcias APU!
Rectificado, muchas Gracias!
Hola David,
En efecto, tienes razón.
Siempre verifico la información de varias fuentes pero por lo que me comentas en este artículo escogí la fuente que daba el nombre y la dirección incorrecta.
Rectifico los datos, te pido disculpas y te agradezco mucho tu comentario que me ha ayudado a subsanar el error.
Muchas Gracias.
Un cordial saludo.
Buen trabajo APÜ!
Salut!
Gràcies APÜ!
Nos leemos ;)
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